Turismo macabro: de Hiroshima a las pruebas nucleares en Australia
Por María Gómez · 10 Aug 2025 – 07:45 PM -03 Ver perfil
Foto: Picture Alliance | © 2025 InfoNow Noticias
Las huellas imborrables de la devastación en el turismo contemporáneo
En un mundo donde la memoria histórica y el turismo a menudo se entrelazan, resulta inquietante cómo destinos marcados por la tragedia se han convertido en puntos de interés turístico. Con Hiroshima como un referente indiscutible, la exploración de los sitios asociados a la destrucción nuclear ha crecido entre quienes buscan comprender el impacto del conflicto humano sobre el entorno. Este fenómeno, que afecta tanto a visitantes como a las comunidades locales, suscita preguntas sobre la ética y el respeto hacia el sufrimiento ajeno.
La memoria del horror en Hiroshima
El 10 de agosto de 1945, el geólogo Shogo Nagaoka se adentró nuevamente en las ruinas de Hiroshima, buscando respuestas en lo que había quedado tras la explosión de la bomba atómica. La devastación fue tal que pocos objetos sobrevivieron, pero Nagaoka, con su meticuloso trabajo de campo, logró documentar los efectos de la bomba a través de su colección de tejas y otros restos. Estos artefactos hoy se encuentran en el Museo por la Paz de Hiroshima, que atrae a más de 100 millones de visitantes anuales.
El museo no solo exhibe objetos, sino que también ofrece una experiencia inmersiva sobre la tragedia que vivieron los habitantes de Hiroshima. La experiencia puede resultar abrumadora; sin embargo, es un recordatorio necesario de los horrores de la guerra y la importancia de la paz. El turismo aquí no se trata solo de ver, sino de sentir y reflexionar sobre el pasado.
Imagen: Bloomberg | Archivo | © 2025 InfoNow Noticias
Pruebas nucleares en Australia: un capítulo oscuro
Lejos de Japón, en Australia, los sitios donde se llevaron a cabo pruebas nucleares en la década de 1950 han comenzado a ser foco de interés. En lugares como Maralinga, donde se realizaron explosiones nucleares, las historias de los pueblos indígenas y sus tierras continúan resonando. Las secuelas de estos ensayos son palpables, tanto en el medio ambiente como en la salud de las comunidades locales.
El turismo en Maralinga se presenta como un ejercicio de recuperación de la memoria, donde los visitantes se enfrentan a la historia de los sacrificios realizados en nombre de la ciencia y la seguridad nacional. Sin embargo, este tipo de turismo macabro también plantea interrogantes sobre el derecho a recordar y el respeto hacia aquellos que han sufrido. La realidad es que muchos de los visitantes llegan atraídos por la curiosidad mórbida, lo que genera tensiones con las comunidades locales.
Ámbitos éticos en el turismo de la memoria
El fenómeno del turismo macabro, que incluye destinos como Hiroshima y Maralinga, no está exento de controversias. La ética de visitar lugares marcados por el sufrimiento humano plantea un dilema. ¿Es posible aprender de la historia sin caer en la trivialización del dolor ajeno? Las comunidades afectadas deben ser escuchadas y respetadas, y sus historias no pueden ser reducidas a meros atractivos turísticos.
Las reflexiones sobre el turismo de la memoria nos obligan a considerar el papel del viajero. La responsabilidad de ser un visitante consciente y respetuoso recae en cada individuo. Como turistas, tenemos el deber de educarnos y conectar con la historia de los lugares que visitamos, evitando transformarlos en meras postales de tragedia.
Foto: Picture Alliance | © 2025 InfoNow Noticias
Un futuro incierto: turismo y memoria colectiva
La relación entre el turismo y la memoria colectiva es compleja y rica en matices. Las experiencias en lugares como Hiroshima y Maralinga ofrecen una oportunidad para aprender sobre las consecuencias de la guerra y la importancia de la paz. Sin embargo, la manera en que nos acercamos a estos espacios debe ser reflexiva y sensible. Es fundamental fomentar un diálogo entre los visitantes y las comunidades locales para asegurar que la memoria de estos lugares sea preservada con respeto.
El turismo hoy enfrenta un reto: transformar el interés por el pasado en una oportunidad para construir un futuro más consciente y pacífico. En este sentido, es esencial que cada paso que demos, ya sea en Hiroshima, Maralinga o cualquier otro lugar marcado por la tragedia, esté guiado por el entendimiento y el respeto, recordando siempre que la historia no debe ser un espectáculo, sino un testimonio de resiliencia y aprendizaje.