ADEPA rechazó los discursos de odio de Javier Milei y sus funcionarios y advirtió sobre los riesgos para la democracia
El eco del odio: reflexiones sobre la relación entre el poder y la prensa en tiempos turbulentos
El camino hacia la deslegitimación
La retórica del odio, como la que ha sido promovida por el presidente Milei, no surge de un día para otro. Sus raíces se encuentran en un contexto histórico en el que el desprecio hacia el periodismo ha sido alimentado por la desconfianza en las instituciones. El uso de términos como “ensobrado” para referirse a periodistas críticos es un claro indicio de cómo el poder puede erosionar la credibilidad de quienes ejercen el derecho a informar. Esta deslegitimación no es solo una estrategia política; es un arma que, si se deja suelta, puede tener consecuencias devastadoras para la convivencia democrática.
El comunicado de ADEPA no solo es un grito de alerta, sino un recordatorio de las épocas en que el odio se convirtió en la moneda de cambio en la arena política. En muchos países, este tipo de discursos ha llevado a la violencia física y simbólica contra los comunicadores. La historia nos advierte que el desprestigio sistemático de la prensa puede abrir las puertas a situaciones donde la libertad de expresión es aplastada en nombre de un ‘bien mayor’ que, en realidad, es simplemente el interés del poder.
La responsabilidad del discurso
En su declaración, ADEPA hace hincapié en la necesidad de criticar sin recurrir al odio. Este mensaje es crucial, pues refleja un entendimiento profundo de que las palabras tienen un peso que trasciende el momento en que son pronunciadas. El poder político tiene una responsabilidad inherente: el deber de fomentar un diálogo respetuoso y constructivo, especialmente hacia quienes tienen la tarea de cuestionar y hacer visible la verdad.
El impacto de las palabras del presidente y sus funcionarios se extiende más allá de la simple retórica. Se convierte en un eco que se repite en la sociedad, creando un ambiente donde el miedo y la autocensura pueden florecer. En este sentido, la crítica hacia el periodismo no solo busca desacreditar a individuos, sino que busca atacar a un pilar fundamental de la democracia: la información libre y plural. Al final del día, sin un periodismo fuerte, las democracias se vuelven vulnerables a la manipulación y al autoritarismo.
Voces en la penumbra
Es vital considerar cómo este contexto afecta no solo a los periodistas, sino a la sociedad en su conjunto. La violencia verbal y digital contra los comunicadores, que ha sido objeto de preocupación por parte de ADEPA, tiene implicaciones que van más allá de la esfera periodística. Cuando un sector del poder se permite atacar a quienes informan, se corre el riesgo de silenciar voces indispensables para el debate público. Las palabras de Milei, que sugieren que “la gente no odia lo suficiente a los periodistas”, pueden ser interpretadas como un llamado a la radicalización de una parte de la población, lo que puede tener consecuencias graves.
En este sentido, la comunidad debe posicionarse frente a este tipo de discursos. La solidaridad con los trabajadores de prensa no es solo una defensa de su labor, sino una defensa de la propia democracia. La historia ha demostrado que silenciar a los críticos es un primer paso hacia la erosión de las libertades fundamentales. El respaldo a un periodismo libre y valiente se traduce en la defensa de un espacio donde la diversidad de opiniones pueda florecer.
Hacia un futuro incierto
El diagnóstico que hace ADEPA sobre el aumento de agresiones y ataques a la prensa no es una simple observación. Es un llamado a la acción para todos los sectores de la sociedad civil y política. La democracia necesita un periodismo independiente y crítico que no solo informe, sino que también desafíe al poder, que cuestione las narrativas oficiales y que proponga visiones alternativas.
La advertencia de la Asociación se alza como un recordatorio de que la convivencia democrática es un esfuerzo colectivo que requiere del compromiso de todos. En un momento en que el odio parece estar ganando terreno, es fundamental recordar que las palabras pueden construir puentes o cavar fosas. La elección está en las manos de quienes tienen el poder de hablar, y en la de quienes escuchan y eligen su postura frente a la realidad que se les presenta. En definitiva, el futuro de nuestra democracia depende de cómo respondamos a esta invitación a la reflexión y a la responsabilidad.