“El cliente, más que ‘rey’, es el gran perjudicado”

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Por María Gómez · 07 Jul 2025 – 01:15 AM -03 Ver perfil

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Una mirada crítica a la figura del consumidor en la economía argentina

En la compleja realidad de la economía argentina, el consumidor se encuentra atrapado entre la promesa de ser el protagonista y la dura verdad de ser el más perjudicado. Con un sistema que parece diseñado para favorecer a las corporaciones y a un Estado que a menudo es cómplice, el “rey” se convierte en una figura trágica, impotente ante un laberinto administrativo y comercial que lo ahoga.

La ilusión de la protección del consumidor

El concepto de protección al consumidor ha sido una ilusión en muchos aspectos. En Argentina, los organismos regulatorios que deberían velar por los derechos del consumidor muchas veces carecen de la autoridad y el compromiso necesario. La Secretaría de Comercio, encargada de supervisar las prácticas comerciales, se enfrenta a limitaciones que hacen que sus intervenciones sean más simbólicas que efectivas. Esto se traduce en una falta de control real sobre las situaciones de abuso que sufren los clientes.

Los consumidores se ven atrapados en un juego de poder donde, aunque existe legislación que pretende protegerlos, la aplicación de estas leyes es deficiente. Esto no es solo un tema burocrático; es un problema humano, donde las personas, a menudo las más vulnerables, terminan siendo las que más sufren por las fallas del sistema.

La complejidad del servicio al cliente en la era digital

El avance de la inteligencia artificial en los procesos de atención al cliente ha introducido un nuevo nivel de complejidad. En lugar de facilitar la comunicación y resolución de problemas, muchas empresas han optado por reemplazar el contacto humano por tecnología que no logra atender las necesidades reales de los consumidores. Estos bots, presentados como soluciones de eficiencia, a menudo se limitan a generar más frustración que respuestas efectivas.

El resultado es un laberinto de opciones automatizadas donde el “rey” no solo se siente impotente, sino que también se enfrenta a un desgaste emocional que puede llevarlo a abandonar su reclamo. Este fenómeno es particularmente notorio en sectores como el telecomunicaciones, donde las quejas por falta de servicio o facturación errónea son comunes y la respuesta, a menudo, es nula.

La complicidad del Estado y el corporativismo

La relación entre el Estado y las empresas es otro de los elementos que contribuyen a la vulnerabilidad del consumidor. En un contexto donde los políticos proclaman defender los intereses de sus votantes, la realidad es que muchas veces son más leales a las grandes corporaciones que a la ciudadanía. Se permite que las empresas infractoras continúen operando sin sanciones significativas, perpetuando un ciclo de abuso.

La falta de acción del Estado se ve reflejada en estadísticas alarmantes, donde más del 60% de los consumidores reportan haber tenido experiencias negativas con empresas sin recibir ninguna compensación. Este contexto genera una sensación de desesperanza, donde la lucha por derechos básicos se convierte en un esfuerzo quijotesco en el que pocos logran salir victoriosos.

El papel de la educación del consumidor

Frente a esta adversidad, surge la necesidad de empoderar al consumidor a través de la educación. Comprender sus derechos y cómo hacer uso de ellos es fundamental para enfrentar un sistema que, a todas luces, está en su contra. La educación financiera y los talleres sobre derechos del consumidor podrían ser herramientas efectivas para ayudar a las personas a navegar este laberinto.

Además, fomentar la cultura del reclamo y la denuncia puede no solo empoderar a los consumidores, sino también presionar a las empresas y al Estado para que mejoren sus prácticas. Sin embargo, esto requiere un cambio cultural profundo en el que el reclamo no sea visto como una pérdida de tiempo, sino como un deber cívico.

En este panorama, el consumidor argentino se encuentra en una encrucijada. La idealización de ser el “rey” es solo eso, una ilusión. En un contexto de abusos, complicidades y desinformación, se convierte en el gran damnificado de un sistema que, lejos de protegerlo, lo desampara. La necesidad de un cambio es urgente, y solo a través de la acción colectiva y la educación podremos aspirar a un futuro donde el consumidor no solo sea un rey de papel, sino un verdadero protagonista de su propia historia.

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