El viejo truco del candidato trucho: después preguntan por qué votan tan pocos
Por Juan Pérez · 21 Jul 2025 – 08:33 PM -03 Ver perfil
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La política y su trampa: un juego de espejos que desilusiona al votante
En el escenario político argentino, particularmente en la Provincia de Buenos Aires, los cierres de listas se han transformado en un espectáculo grotesco que desdibuja la confianza de los ciudadanos en sus representantes. Los actores principales de esta obra son los partidos políticos, que, en su búsqueda de poder, olvidan el verdadero sentido de la representación. El gran afectado en este juego es el votante, que se siente cada vez más distante y desconectado de un sistema que parece diseñado para favorecer a unos pocos.
Los heridos de la política: ¿los que no acceden o los que se sienten traicionados?
En cada elección, los líderes políticos justifican sus decisiones diciendo que algunos deben quedar “fuera del juego”. Sin embargo, los verdaderos heridos no son aquellos que quedan fuera de las listas, sino los votantes que observan cómo su voz se diluye en un sistema que parece indiferente a sus necesidades. La incoherencia entre las promesas de campaña y las acciones posteriores crea un profundo desencanto. En la actualidad, menos del 50% de los votantes en la provincia se siente representado por sus elegidos.
Este fenómeno se ve intensificado por el escaso compromiso de los partidos para escuchar a la ciudadanía. La apatía y el desinterés se transforman en un círculo vicioso: menos participación genera menos representación, y menos representación provoca aún menos participación.
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Trucos viejos en un contexto nuevo: la búsqueda de soluciones rápidas
El reciente cierre de listas ha desenterrado un repertorio de tácticas que, aunque conocidas, sorprenden por su descaro en el contexto actual. Las maniobras, como el intento de cortar la luz para ganar tiempo, reflejan una falta de respeto hacia el proceso democrático. Mientras en países con sistemas políticos más avanzados estos actos serían impensables, aquí se convierten en un mero juego de travesuras.
Otro truco que ha emergido con fuerza es el uso de boletas “en blanco y negro”, justificado bajo la premisa de la reducción de costos. Sin embargo, el verdadero motivo subyacente es encubrir la identidad del partido oficialista. Esta estrategia es, en el fondo, una falta de honestidad hacia el electorado que merece saber quiénes son los que lo representan. La transparencia debería ser la norma, no la excepción.
La desilusión del votante: un fenómeno en aumento
En un contexto donde la participación electoral se reduce año tras año, es necesario preguntarse: ¿qué se está haciendo mal? La respuesta parece sencilla, pero compleja en su implementación. El desencanto de los votantes no solo proviene de la falta de representación, sino también de una serie de promesas incumplidas. Datos del Centro de Estudios de Opinión Pública indican que el 70% de los ciudadanos de Buenos Aires no confían en que sus representantes cumplirán sus compromisos. Esta desconfianza es un claro indicativo de la crisis de representación que atraviesa el sistema político argentino.
Los candidatos que aparecen en la boleta no siempre son las mejores opciones para la ciudadanía, sino productos de negociaciones internas que priorizan el interés de unos pocos sobre el bienestar general. El resultado es un electorado desilusionado, que se pregunta si realmente vale la pena acudir a las urnas.
Hacia un cambio necesario: la responsabilidad de un nuevo liderazgo
En este inquietante panorama, surge la necesidad de un nuevo liderazgo que se atreva a romper con los viejos esquemas. Las generaciones jóvenes de políticos deben asumir el desafío de reconfigurar el vínculo con la ciudadanía. La comunicación transparente y directa es fundamental para comenzar a restaurar la confianza perdida.
Asimismo, es imprescindible que los partidos políticos se comprometan a renovar sus prácticas y a involucrar a la comunidad en la toma de decisiones. La participación activa de los ciudadanos en el proceso político no debería ser vista como un inconveniente, sino como un recurso valioso que puede enriquecer la democracia.
El tiempo para cambiar la narrativa es ahora. Los votantes están cansados de las promesas vacías y de los trucos políticos. Si los partidos no logran adaptarse a esta nueva realidad, la pregunta que quedará en el aire es: ¿quiénes serán los próximos heridos en esta lucha por el poder?