Estrato 1, estrato 6: cómo los colombianos hablan de sí mismos divididos en clases sociales

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En un país donde la estratificación social se manifiesta en cada rincón de la vida cotidiana, resulta sorprendente cómo un simple número puede encapsular toda una realidad. Al llegar a Bogotá, el nuevo residente se enfrenta a un sistema que clasifica no solo viviendas, sino también identidades. Este fenómeno, lejos de ser un mero trámite administrativo, se convierte en un espejo que refleja las complejidades de la sociedad colombiana, donde cada estrato conlleva un conjunto de expectativas, prejuicios y posibilidades.

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El poder del número: más que una cifra

En Colombia, el concepto de estrato va más allá de una simple categorización económica. Como bien señala la socióloga Consuelo Uribe Mallarino, este sistema ha permeado la forma en que los ciudadanos se relacionan entre sí. Un número, que oscila del uno al seis, lleva consigo un peso emocional y social considerable. Para muchos, ser clasificado como estrato uno o estrato seis implica no solo un nivel de ingresos, sino también una identificación con un grupo social que determina, en muchos casos, la calidad de vida y las oportunidades disponibles.

Por ejemplo, en la vida diaria de un bogotano, el estrato se convierte en un identificador en anuncios de búsqueda de pareja, donde junto a la edad y la apariencia física, se agrega la categoría socioeconómica. Este hecho expone cómo la estratificación ha penetrado todos los aspectos de la vida, transformando la manera en que nos vemos y nos valoramos como individuos en el vasto mosaico colombiano.

La herencia histórica de la desigualdad

Desde tiempos ancestrales, Colombia ha sido un país marcado por las desigualdades profundas. No es casualidad que esta clasificación, que parece técnica, tenga raíces que se entrelazan con la historia del colonialismo y la concentración de la riqueza. La estratificación, por tanto, no es un fenómeno reciente, sino una herencia que se ha perpetuado a lo largo de los años, arraigada en las estructuras sociales que aún perduran.

Las diferencias entre los estratos no son solo económicas; también están impregnadas de cultura, educación y, sobre todo, un sentido de pertenencia que puede ser tan excluyente como inclusivo. Así, mientras el estrato uno enfrenta los desafíos de la pobreza, el estrato seis disfruta de privilegios que parecen distantes para aquellos que habitan en la periferia de la ciudad. Esta dinámica crea un ciclo de desigualdad que se perpetúa en el tiempo, donde cada generación se enfrenta a las mismas limitaciones y expectativas.

Reflexiones sobre la identidad y el futuro

La estratificación social es un tema que invita a la reflexión. ¿Qué significa realmente ser parte de un estrato? ¿Es posible que estos números, que parecen tan fríos, definan de manera tan profunda nuestra identidad? La respuesta puede ser tan compleja como la realidad colombiana misma. En un país donde el cambio social es una constante, la forma en que los ciudadanos se perciben a sí mismos y a los demás podría ser el primer paso hacia una transformación necesaria.

La pregunta que debería resonar en la mente de cada colombiano es: ¿cómo podemos trascender estas etiquetas que nos dividen? Tal vez el camino hacia una Colombia más equitativa comience por redefinir nuestra visión colectiva, donde el número en el recibo de servicios públicos no sea un límite, sino un punto de partida para la construcción de una sociedad más inclusiva. En el futuro, quizás logremos un contexto donde las diferencias de estrato no marquen la pauta de nuestras vidas, sino que nos impulsen a ser más solidarios y comprensivos con el otro.

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