Qué pasa con la ropa que ya nadie usa ni compra: ¿adónde va a parar?

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Por María Gómez · 26 Jul 2025 – 06:37 AM -03 Ver perfil

La montaña de ropa: un legado insostenible de la moda moderna La crisis de la ropa desechada se ha convertido en un eco ... Descubre más sobre sostenibilidad...

Imagen: Picture Alliance | Archivo | © 2025 InfoNow Noticias

La montaña de ropa: un legado insostenible de la moda moderna

La crisis de la ropa desechada se ha convertido en un eco ensordecedor de la cultura del consumo. En el centro de este fenómeno están los gigantes del fast fashion y la voraz demanda de los consumidores. Todos somos parte de este ciclo, que afecta no solo al medio ambiente, sino también a las comunidades que sufren las consecuencias de una industria que prioriza la cantidad sobre la calidad.

El impacto del fast fashion en el planeta

El fast fashion, representado por marcas como Zara, Primark y el emergente Shein, ha transformado nuestra relación con la moda. Este modelo de negocio se caracteriza por la producción masiva y rápida de prendas a precios irrisorios, lo que genera un consumo desenfrenado. Pero, ¿qué ocurre realmente con la ropa que se convierte en desecho?

Las cifras son alarmantes. Cada año, aproximadamente 92 millones de toneladas de residuos textiles terminan en vertederos. Esta montaña de ropa, a menudo hecha de materiales sintéticos, puede tardar hasta 200 años en descomponerse. Este tiempo de degradación plantea serias preguntas sobre la sostenibilidad de las prácticas de producción actuales.

Locales de ropa circular. Una segunda oportunidad para las prendas. / Archivo Clarín

Foto: AP | © 2025 InfoNow Noticias

Las redes sociales y la cultura del descarte

En paralelo, las redes sociales han proliferado un fenómeno que alimenta la cultura del descarte. Influencers que muestran sus nuevas adquisiciones y las desechan rápidamente crean una sensación de impermanencia. Este comportamiento no solo afecta la percepción del valor de la ropa, sino que también promueve un ciclo de consumo que es difícil de romper.

La plataforma TikTok se ha convertido en un escenario donde la acumulación de prendas se convierte en un símbolo de estatus. Esto ha llevado a que las marcas sigan produciendo a un ritmo alarmante, ya que el contenido visual y efímero se antepone a consideraciones más profundas sobre el impacto ambiental y social de la moda.

Condiciones laborales y el costo real de la ropa

Detrás de cada prenda hay historias de trabajadores que frecuentemente enfrentan condiciones laborales deplorables. La búsqueda de precios bajos ha llevado a muchas marcas a externalizar su producción a países donde los salarios son inferiores al mínimo, lo que perpetúa un ciclo de pobreza y explotación.

Por ejemplo, se estima que en algunas fábricas de Bangladesh, donde se confecciona una gran parte de la ropa que consumimos, los trabajadores ganan menos de 50 dólares al mes. Esto no solo plantea una cuestión ética, sino que también cuestiona la justicia de un sistema que maximiza las ganancias a expensas de la dignidad humana.

Constanza Darderes y Brenda Andersen, de Cocoliche Ropa. Tienen locales en en Abasto, Palermo y Belgrano. Ahí donan a barrios carenciados lo que no venden. / Archivo Clarín

© ITAR-TASS – 2025 | © 2025 InfoNow Noticias

Alternativas y soluciones en camino

Ante esta crisis, cada vez más organizaciones no gubernamentales y grupos de consumidores conscientes están buscando alternativas para mitigar el impacto de la moda rápida. Desde la promoción del upcycling, que consiste en dar nueva vida a prendas viejas, hasta el apoyo a marcas que aplican prácticas sostenibles, hay un movimiento creciente hacia un consumo más responsable.

Además, la tendencia hacia el slow fashion está ganando terreno. Este concepto se basa en la producción consciente y de calidad, donde cada prenda es valorada por su diseño y durabilidad. Al optar por artículos más atemporales, los consumidores pueden contribuir a un cambio positivo en la industria de la moda.

Con el aumento de la conciencia sobre la crisis de la moda, es imperativo que tanto consumidores como productores reevalúen su papel en este ciclo. La moda no debería ser sinónimo de desecho, sino de creatividad, sostenibilidad y responsabilidad social.

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