Seamos crueles
La frivolidad de la justicia argentina y sus repercusiones sociales
La pérdida de Diego Maradona no solo dejó un vacío en el corazón de millones de argentinos, sino que expuso las grietas de un sistema judicial que parece cada vez más distante de las necesidades de la sociedad. La reciente controversia en torno a la jueza Julieta Makintach subraya no solo su desprecio por el dolor ajeno, sino también un contexto más amplio de insensibilidad y frivolidad que se ha arraigado en las instituciones del país. En este artículo, exploraremos cómo estos fenómenos reflejan un cambio preocupante en nuestra cultura colectiva.
El dolor ignorado: un síntoma del sistema
La situación en torno a la muerte de Maradona fue un claro ejemplo de cómo el sistema puede deshumanizar a los individuos. La jueza en cuestión no solo mostró falta de empatía; su actitud fue un reflejo de un sistema judicial que parece haber perdido su rumbo. La frivolidad, en este caso, se traduce en una falta de comprensión del dolor que rodea a la figura del futbolista, un ícono cuya vida estuvo marcada por la obsesión, la gloria y, finalmente, la tragedia.
Además, la frase desafortunada de que “si tuviste un hijo con discapacidad es un problema de tu familia, no del Estado” plantea interrogantes sobre los valores que rigen nuestra sociedad. Esta afirmación no solo es insensible sino que también refleja una corriente libertaria que ha comenzado a permear nuestras instituciones, ignorando la responsabilidad colectiva de cuidar a los más vulnerables.
La institucionalización de la insensibilidad
Cuando una jueza no reconoce el dolor que implica un juicio, se convierte en un símbolo de un sistema que ha normalizado la insensibilidad. La Corte Suprema de Argentina, con su estructura atípica de solo tres jueces, es un ejemplo emblemático de cómo se ha concentrado el poder en unas pocas manos. Esta situación se agrava cuando consideramos que la Magistratura se niega a investigar a jueces involucrados en actividades cuestionables, como el viaje a Lago Escondido pagado por el Grupo Clarín, lo que sugiere una clara complicidad entre las instituciones y los intereses corporativos.
La falta de respuesta ante estos actos no solo es un fracaso institucional, sino que también es un reflejo de una sociedad que parece haber aceptado la negligencia como norma. La justicia, en lugar de ser un pilar de la sociedad, se está convirtiendo en un privilegio para unos pocos.
Derechización y fascistización: ¿una nueva normalidad?
El cambio en los valores sociales ha llevado a muchos a hablar de derechización y fascistización de la sociedad argentina. La pregunta que surge es si estos sinvalores han empezado a constituirse como una mayoría. Las tendencias hacia un individualismo extremo y la falta de solidaridad son cada vez más evidentes. Esta situación genera un temor legítimo sobre lo que eso significa para el futuro de nuestra democracia y nuestras instituciones.
La socialización de las ideas, alimentada por redes sociales y medios de comunicación, está moldeando una realidad donde la insensibilidad y la agresión verbal son cada vez más comunes. La aceptación de discursos que promueven la exclusión y el odio puede estar contribuyendo a la creación de un clima en el que los derechos de las minorías son sistemáticamente desestimados.
Una conciencia colectiva en crisis
La crisis que atraviesa el sistema judicial es un reflejo de una conciencia colectiva que se encuentra en estado de alerta. La percepción de que se ha perdido la capacidad de empatía y de justicia es un llamado a la reflexión. Es fundamental que los ciudadanos se pregunten qué tipo de sociedad queremos construir y qué valores deseamos promover.
En un momento en el que el dolor ajeno parece ser ignorado, es crucial que se escuche la voz de aquellos que sufren. La indignación ante la muerte de Maradona debe servir como un catalizador para cuestionar lo que está fallando en nuestras instituciones. La justicia debe ser un reflejo de la humanidad, no un espejo de la indiferencia.